Por: Rodrigo Aliaga S. Coach de Vida y Negocios para Líderes de Alto Impacto. www.coachingyresultados.com
Dice la historia que había un arquitecto que regularmente inspeccionaba las obras en la catedral de Notre Dame. Día tras día, y año tras año, vio ir a venir a muchos trabajadores, supervisores, aprendices, pero en una ocasión se fijó especialmente en dos cargadores de ladrillos que sabía que estaban desde el inicio, desde la primera piedra. Es más, les había visto y felicitado más de una vez por su trabajo. Uno de ellos, no obstante, se veía acabado y exigido, y el otro, a pesar de contar más menos la misma edad que el anterior, se mostraba entusiasta y lleno de vida.
Siempre absorto en sus cálculos, jamás había advertido tal diferencia, menos aún habíase preguntado por la razón de ella. Ahora curioso, esperó el horario de descanso para hablar con ellos y descubrir, quizá, alguna clave de su inusual aspecto y actitud. “Buen hombre” -dijo al primero, te he visto por años trabajar arduamente en mi faena, lo cual te agradezco, y confieso que entre tantos, aún no sé exactamente cuál es tu real labor…”.
El hombre le miró, y sin dejar de masticar el pan que comía respondió: “aquí estoy señor, partiéndome el lomo acarreando ladrillos porque tengo que llevar el pan a mi casa, es el trabajo que encontré y aquí ya me quedé”, tras lo cual siguió comiendo ensimismado.
El arquitecto se dirigió entonces al otro hombre, a quien de lejos veía hablar y gesticular animadamente a un grupo de nuevos trabajadores. “Buen hombre, estás en tiempo de descanso y aún así hablas e instruyes a estos jóvenes, lo cual me parece que no es tu trabajo…cuéntame, en específico, ¿qué haces?”. “¡Señor!” -contestó entusiasta el cargador, “efectivamente instruir no es mi trabajo, ¡sino construir la gran catedral de Notre Dame!, trabajo que gracias a Dios también me permite llevar el sustento al hogar y mi numerosa familia. Cuando Ud. hace diez años hizo el llamado buscando hombres para este proyecto yo sentí que era mi lugar y me enrolé para construir este templo para mil generaciones, en donde sueño ver casarse a mis hijos y hasta quizá algún digan en mi nombre una homilía”.
¿Cuál es tu catedral?
Desde tiempos inmemoriales, hombres y mujeres animados por un Gran Propósito han sido capaces de vencer obstáculos físicos y mentales para dejar una marca, una huella, algo que simplemente les trascienda como un legado a las generaciones por venir, tanto así que incluso muchos los han tachado de locos, queriendo lograr algo irreal…¡aunque luego les hayan dicho ‘visionarios’!. Muchos no lo han logrado -o no a cabalidad, pero vaya cómo la Historia sí que les recuerda por haber seguido a Su Llamado, vaya como incluso a muchos les ha premiado y sigue premiando en vida.
Hablamos de gente de ciencia abocada a erradicar alguna terrible enfermedad, o a genios de la tecnología en su cruzada de simplificarnos el día a día, o a sabios buscando su luz interior para entregarla al resto. Hablamos de presidentes de naciones, de deportistas, de cantantes, cada uno de ellos consagrado a construir su propia catedral, una obra máxima, una Visión que muchas veces ni siquiera alcanzan a contemplar completa en vida.
Hablamos de un Steve Jobs, de un Mahatma Gandhi, de una Marie Curie, de un Martin Luther King, de una Greta Thunberg. En Chile de un Felipe Cubillos, de un Alberto Hurtado, de un don Francisco, una Eloísa Díaz, una Margot Duhalde. ¡Hablamos de nuestros padres respecto de lo que para ellos significamos nosotros mismos!. Hablamos de un largo etcétera con todos quienes han construido catedrales que son a la vez cimientos para nuestra calidad de vida y conocimiento actual como Humanidad.
Como bien dije en mi columna “¿En qué te enfocas?”, cuando concentras poderosamente tu energía en lo que quieres, trabajando deliberada y constantemente en acercarte a ese objetivo, es que se producen los grandes resultados que todos admiramos y que dan forma a grandes empresas, naciones y un mundo mejor.
Finalmente, y como la disciplina que ejerzo se trata de facilitar procesos de #aprendizaje, respondiendo grandes preguntas, te invito que pienses en lo que ha sido tu vida y tus resultados y reflexiones: ¿Cuál es Mi Llamado, mi Gran Propósito? ¿A qué nivel lo siento y lo sigo? ¿Qué pasa conmigo cuando no lo sigo? ¿Desde cuándo? Si seguirlo -continuando o no con lo que estoy haciendo, elevara tan sólo un 10 o un 20% mi satisfacción y mi entusiasmo, de 0 a 10… ¿cuánto me motivo a ir por el camino que me indica?
¿Cuánto sentido te ha hecho este texto? ¿A qué nivel crees que te ayudará hacer este tipo de distinciones poderosas? ¿A quién más crees que le podrían aportar?
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.