Por: Carmen Gloria Beroíza. Directora Escuela Desarrollo Social AIEP
¿Quién puede solucionar la crisis? Esa parece ser una de las preguntas que más se repiten a partir del 18 de octubre de 2019, cuando la ciudadanía se manifestó de variadas formas, buscando expresar sus sentimientos y necesidades en su quehacer diario.
La respuesta está en quienes son expertos en detección, interpretación y transformación de carencias en oportunidades: los trabajadores sociales.
Es común circunscribimos en lo meramente economicista, pero más trascendental es el entendimiento del contexto y realidad de la ciudadanía. Es ahí donde el rol de quienes se vinculan con el trabajo social es importante y valioso.
Temáticas como protección y seguridad de las personas, equidad e igualdad de oportunidades, acceso a condiciones de vida que dignifiquen a los adultos mayores, enfermos o discapacitados en situación de pobreza, marginalidad y violencia -entre otros- erigen al trabajador social como un agente de diálogo. Es la punta de lanza, que al entregar su visión permitirá que la política pública se diseñe, aplique y evalúe de forma más integral.
El compromiso con el bien común y la integración constructiva desde la mirada del trabajo social en equipos multidisciplinarios, es lo que le permite actuar e incidir en temas fundados en los derechos y libertades humanas, la equidad social y la igualdad de oportunidades, ejerciendo una irrestricta vocación de servicio para propender a elevar los niveles de prosperidad, humanizando y transformando nuestra sociedad.
Será la perspectiva que desarrollemos como país en los próximos meses lo que definirá los caminos que debamos recorrer en adelante. Ese camino no puede dejar de lado el rol del trabajo social como gran impulsor y referente.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.