Por: Esteban Velásquez N. Diputado por la región de Antofagasta
El Presidente Piñera está enajenado, con una conducción irresponsable y enfermiza. La institución “Presidencia de la República”, necesita Cordura y Equilibrio; Racionalidad y Sentimiento; Coraje y Empatía.
Hoy Piñera es un presidente capaz de incendiar su país, de mostrar una frialdad con el pueblo, sin intención de cambiar un ápice del sistema o modelo, sin ningún sacrificio del gobierno, anteponiendo los intereses de la comunidad nacional.
Objetivamente, desde octubre del año pasado, luego del estallido social Piñera no ha liderado ninguna reforma de verdad, profunda, transformadora, pareciera que el 18 O, nunca existió. Si hasta marzo del presente año nos preguntábamos si el gobierno llegaba al final del periodo o no.
Resulta paradojal decir que la pandemia cayó del cielo, pero ni esta crisis sanitaria lo movió en su estilo personalista de conducción, que no escucha y que se mantiene enceguecido. Un gobierno sin credibilidad, lejos de las demandas ciudadanas.
Piñera entonces muestra síntomas de personalidad que están lejos de un Presidente que antepone los intereses de su pueblo por sobre su desenfrenado ímpetu personal. Rasgos patológicos del Presidente recuerdan a liderazgos catastróficos, que terminan en desastres institucionales. Su narcicismo y egocentrismo lo aíslan de cualquier propuesta de sus asesores; es un hombre insensible, sin empatía, que no mide consecuencias de sus decisiones; eso es un síntoma patológico que puede resultar nefasto para los chilenos.
De tal forma que esta conducta errática permanente no le permite interactuar empáticamente con la comunidad nacional ni otros poderes del estado. La carencia de habilidades sociales lo mantiene aislado, ensimismado, provocando salidas como las de acudir a tribunales para torpedear iniciativas de otro poder del estado, desafiando a un país que está sumido en la desesperanza con los millones de desempleados y endeudados, luego del estallido social y pandemia. Esta etapa de crisis social, sanitaria y económica ha sido para Piñera, apenas una pequeña sombra, que no lo inmuta ni mucho menos conmueve.
Sería molesto y denigrante recordar cada hecho y actuación del presidente a lo largo de este último año, desde las fotografías en solitario en la Plaza de la Dignidad por ejemplo. Piñera hace rato encendió una hoguera, que azuza seguidamente.
Hoy la Institución Presidente de la República esta vacía, enferma, sin capacidad de continuar dirigiendo a un país, que atraviesa procesos de cambios estructurales que necesitan de un liderazgo visionario y aperturista, lejos del narcicismo, egocentrismo y falta de conducción. El tiempo se acabó Presidente, renuncie o convoque y adelante elecciones, hágalo por su pueblo.
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