Por: Ignacio Parada da Fonseca. CEO de BioElements
La cebra nunca explota su espacio. Es una especie cooperativa y que se protege en bloque cuando una de su manada se ve amenazada. Y si hay algo que las asemeja a todas, más allá de las rayas blancas de su piel, es su instinto colaborativo, pues son animales que nunca monopolizan su entorno.
En 2017, cuatro mujeres estadounidenses bautizaron con su nombre un nuevo movimiento emprendedor. Las “empresas cebras” responden a la necesidad de mayores oportunidades de financiamiento para las startups tecnológicas de Silicon Valley, ante el acumulamiento de los unicornios. Buscan una prosperidad sostenible, la pluralidad del mercado, la cooperación entre las partes y la representación de la cotidianidad, y no suelen creer en el crecimiento exponencial, en los grupos empresariales selectos ni en los monopolios.
Una de sus fundadoras es Aniyia Williams, la mente detrás de Tinsel, quienes fabrican colgantes con audífonos ocultos en su interior. En una entrevista para BBC Mundo, comentó que hasta ese minuto, 100 inversores y capitalistas de riesgos habían escuchado su propuesta, pero sólo dos terminaron convencidos para una próxima reunión.
Tanto ella como sus compañeras reconocieron una asimetría de oportunidades, la que sumada al acaparamiento de estos gigantes empresariales, las hizo escribir un manifiesto exigente en mayor inversión en las mujeres, en las minorías étnicas y en los negocios favorablemente positivos para la población.
En Silicon Valley, por ejemplo, apenas un 10% de los acuerdos de inversión se cierran para mujeres, negros y homosexuales, mientras que sus trabajadores son, en su mayoría, hombres. Sólo hay un 17% de ingenieras entre todas las empresas, mientras que en gigantes como Google, Mozilla, Airbnb y Pinterest, las mujeres no alcanzan el 30% del total de su plantilla laboral. Por ello no es fortuito que las fundadoras del movimiento sean mujeres: es más bien un anticipo de lo que pueden ser los nuevos tiempos.
Más naturales y terrestres, las cebras aterrizan a las empresas en su rol durante este siglo. “Cuando el rendimiento de los accionistas triunfa sobre el bienestar colectivo, la democracia está siendo amenazada. La realidad es que los modelos comerciales generan conductas y, en cierta medida, este comportamiento puede conllevar resultados de largo alcance y a veces destructivos”, plantearon en el manifiesto.
La igualdad de oportunidades es un aspecto relevante a la hora de buscar una inversión, pues nadie —ni las fundadoras de este movimiento— quiere que desaparezcan los unicornios, sus servicios o la gente que invierte en éstos. Eso no resolvería el problema de fondo: las altas expectativas que se tienen por valorizarse en US$ 1.000 millones, cuando la coyuntura muchas veces no lo permite.
Hay muchos emprendedores y negocios que se están quedando fuera por una cuestión de tamaño, por lo que este movimiento, cuál cebra, quiere crecer y compartir en conjunto. Con las mismas chances.
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