Por: Sebastián Hevia. Director Ejecutivo de SAWA Incentive Marketing
El fortalecimiento de los lazos de una compañía hacia sus colaboradores, también denominado engagement, se ha convertido en un sinónimo de rentabilidad y cobra vital importancia a la hora de establecer una estrategia a largo plazo.
Las cifras sobre engagement a nivel mundial están en rojo: el reporte 2017 de Gallup “State of the Global Workplace” declara que, a pesar de las buenas estadísticas a favor de este concepto, sólo el 15% de los trabajadores se siente comprometido con su firma. Estadísticas que preocupan si consideramos que el éxito de un negocio va mucho más allá de las utilidades monetarias.
El capital humano debe ser potenciado como uno de los principales activos de la empresa. Si bien es algo que ya hemos escuchado y que parece sencillo decirlo, el tema puntual es ¿cómo lo llevamos a la práctica de manera eficaz?
Todo colaborador anhela que su contratación no se traduzca sólo en un sueldo, sino que espera crecimiento, desarrollo profesional, un ambiente laboral estable y un entorno grato donde ejercer sus labores.
Si en las empresas invertimos en potenciar las habilidades de quienes componen nuestra fuerza laboral, mejoraremos el rendimiento personal y grupal. La pregunta es cuánto y cómo. Si entregamos beneficios no monetarios basados en una lógica bien estructurada, lograremos mejoras relevantes con inversiones menores. Gracias a este “salario emocional”, generaremos empatía, fidelización y mayor crecimiento. Todo debe estar alineado con los objetivos corporativos y basados en una estrategia clara y argumentada, nada debe ser implementado al azar.
Dichas acciones son precisamente las que nos servirán como herramienta para rentabilizar el negocio, ya que los trabajadores se sentirán más comprometidos con sus tareas desarrollándolas de manera más eficiente, lo que además beneficiará la productividad, un factor clave para toda organización.
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