Por: Hugo Marambio M. Periodista. Director www.enlalinea.cl
Estrenábamos el nuevo VHS en la casa de Los Adobes de Chuqui. Lo compró mi viejo en la Zofri de Iquique para no sólo ver películas sino para grabar cuanto programa de la TV quisiéramos ver después. Evidencia de eso hay muchas todavía en unas añosas cajas de cartón.
Recuerdo que además de grabar los compactos del fútbol argentino que transmitía canal 11 (hoy Chilevisión) con el gran Tito Awad como conductor, y todos los partidos de la Libertadores del gran Cobreloa de Trobbiani y compañía. Aquel 3 de septiembre pensé en la necesidad de registrar el partido en el Maracaná entre Chile y Brasil. Algo me decía que un antes y un después marcaría ese enfrentamiento. Y así ocurrió.
Recuerdo que tras la salida de la delegación nacional de la cancha del Estadio más grande del mundo, me quedé revisando la cinta una y otra vez para confirmar la agresión recibida por el capitán chileno que- hasta ese momento- era la figura de la brega, pese a ir en desventaja con gol de Antonio de Oliveira Filho, Careca, tras una desaplicación defensiva de Chile.
El golpe fue duro al saber tiempo después que la vergüenza más grande del deporte mundial tuvo como principal protagonista a quien admiraba desde la primera vez que lo vi atajar. No sólo no fuimos a Italia 90 sino privó a una gran generación dorada de ir a USA 94 con Puebla, Aravena, el Pato Yáñez (que también se hizo inmortal ese día con su gesto) y otros más. Puros crack que se perdieron gracias a la irresponsabilidad de Roberto Rojas y otros cómplices más. Lo peor es que hasta la entrevista en La Tercera, pensé en su inocencia y en la canallada de la verde amarela. Lo que vino después es por todos conocidos.
Siempre admiré la sobriedad y seguridad del Cóndor en el arco que defendió, pese a que le hizo un gran desaire a Cobreloa (llegaría el Gato Osbén en su reemplazo) y, además, era identificado con el archirrival histórico de los mineros. La calidad de sus atajadas y actuaciones memorables suplió eso y mucho más.
Su error fue tan grande como el estadio que fue testigo de esa triste y vergonzosa jornada. Sin embargo, errar es humano y perdonar es divino, dicen. No jugó un Mundial ni fue a Europa (lo esperaban con los brazos abiertos en París y en Madrid antes del Maracanazo). Sin embargo, para quienes lo vimos jugar será hoy y siempre uno de los mejores de la historia del fútbol criollo junto al “Loco” Fournier, ambos amigos desde el desaparecido Deportes Aviación. Por eso en este caso aplica mejor el “errar es humano, perdonar también”.
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