Por: Alberto Beitia V. Arquitecto U. Andrés Bello. Ambassador Oficial SktetchUp Trimble
El avance del desarrollo urbano, y con ello la riqueza y mejora en la construcción, diseños y funcionalidades de las ciudades ha planteado nuevos cuestionamientos a la población a partir no sólo de la respuesta que ofrecen las ciudades para el hábitat, sino desde cómo este avance en el tiempo ha construido inmuebles que por sus características tienen un alto valor patrimonial moderno, con alta identidad local , pero que está en serio riesgo de perderse debido a su desconocimiento e invisibilidad.
Rancagua, así como muchas, por no decir todas las ciudades de Chile, cuentan con construcciones posteriores a 1925, que se han mantenido en el tiempo. Viviendas, puentes, estaciones de ferrocarriles son algunas de estas construcciones que son parte del paisaje urbano y que a pesar de terremotos y otros fenómenos naturales y el avance particular de las ciudades, han resistido y mantenido, teniendo en sus cimientos no solamente concreto, fierros y madera, sino que una riqueza patrimonial identitaria que forma parte necesaria de los vecinos y vecinas de la ciudad.
Si recorremos, por ejemplo, Rancagua en su casco histórico, e incluso hacia un poco más allá por todos los puntos cardinales nos vamos a encontrar con diversas construcciones que mantienen una clara línea arquitectónica moderna, que nos habla de periodos, historias, procesos e identidad.
La Estación de Ferrocarriles de Rancagua, que junto con ser una de las más bellas de Chile, sus pilares, arco y arquitectura presentan un patrimonio único de conservar y valorar. Lo mismo ocurre si recorremos calle Ibieta, donde aún se conservan cuadras de residencias que tanto en su materialidad y diseño arquitectónico, han sellado valiosas épocas de la identidad propia del territorio.
Sin embargo, el desarrollo propio de las ciudades, las nuevas necesidades de espacios urbanos y las funcionalidades que ha demandado la vida en la urbe, ha llevado a estas construcciones a invisibilizarse e incluso a desaparecer, y con ello, perder el valioso patrimonio local que solamente queda registrado en fotografías familiares o de prensa.
Si bien existe una política pública de valorización del patrimonio material, donde encontramos asegurado importantes obras arquitectónicas, estas no hablan del Chile moderno, de la ciudad y de su identidad en tiempo. Hoy, la institucionalidad pública, como el Ministerio de la Cultura o la Direccion Nacional de Patrimonio tienen un nuevo desafio: proteger el patrimonio moderno que ha venido dando identidad y personalidad a las ciudades.
Un caso que ratifica esta visión es el exedificio del Hospital Regional en Rancagua, ubicado en Avenida Alameda Bernardo O´Higgins y que hoy alberga la Universidad de O´Higgins, y que cuya riqueza arquitectónica fue reconocida a través de la nominación a los Premios Obra del Año ODA 2023, de la plataforma Archdaily en español.
Construcciones, inmuebles, espacios públicos. En fin, son cientos los elementos que a lo largo de los años han construido el valor identitario y patrimonial de las ciudades, el arraigo de sus habitantes. Queda, por tanto, generar políticas públicas, e incluso comunales, que protejan lo que hoy nos habla de una época, una historia, de cultura y procesos de una ciudad, y que por no contar con una clara legislación, normativa y regulación, simplemente está en riesgo de perderse, y con ello cortar la transmisión generacional del patrimonio, quedando en el olvido el valor y significación de los espacios que hoy habitamos.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.
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