Por: Harvey Rosas. Data Science Innovation Manager de Prevsis
La inteligencia artificial (IA) es uno de esos términos que se ha puesto de moda desde hace décadas, pero en especial desde que los teléfonos que llamamos “inteligentes” cambiaron la forma en que nos relacionamos, trabajamos, entretenemos y muchas cosas más.
Con todos los beneficios que ha traído la masificación del uso de la tecnología en todos los aspectos de la vida cotidiana, la IA ha estado con nosotros mucho antes que se popularizara como palabra de moda. Programas “modernos” de IA se remontan a mitades del siglo pasado. Durante la década de los 50’s se empezaron a desarrollar programas de computador para jugar ajedrez y en 1995 Deep Blue de IBM venció al gran maestro Garry Kasparov.
Ya son casi 10 años que Watson (también de IBM) ganó en una ronda campeones del popular concurso de televisión Jeopardy! Hace menos de un año, OpenAI GPT-3 ha puesto en evidencia que, incluso la generación de código de programación, poesía y otro tipo de tareas que implican un uso sofisticado del lenguaje, pueden descansar en computadores mediante el uso de deep learning.
No obstante, no hay nada más alejado de la realidad que pensar que IA es solo para computadores, teléfonos y juegos. Las aplicaciones de IA tienen un rango tan amplio de sectores como uno se puede imaginar. Está en las recomendaciones de qué película ver, cuál es la siguiente imagen o video que vamos a mirar en nuestras redes sociales, en el diagnóstico de enfermedades, en el reconocimiento de imágenes, en el análisis de comportamiento de tráfico y hasta en la predicción del comportamiento humano. De esta forma, es difícil encontrar un área que no esté siendo revolucionada de una u otra forma, ya sea directa o indirectamente por IA.
En ese escenario, Chile se ha unido a un selecto grupo de países que se han preocupado por generar una política nacional de Inteligencia Artificial, liderada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
Si bien, hay múltiples sectores donde actualmente se aplica IA en Chile, desde la minería hasta la salud, la IA es una tecnología disruptiva en los negocios, optimizando los recursos, mejorando los procesos, ahorrando tiempo y dinero. Está para facilitar gradualmente la vida de las personas, así como idealmente, mejorar las condiciones de vida de todos.
Tomemos como ejemplo la seguridad industrial y la salud ocupacional en el trabajo. Allí, el impacto de este tipo de tecnologías es enorme, realizando el seguimiento y prevención de accidentes, ayudando a minimizar los riesgos y potenciando el mejor uso de los recursos disponibles.
De esta forma, Chile se encuentra en un punto de inflexión donde puede aprovechar la apertura, tanto en los elementos políticos como económicos, para potenciar el talento humano que se ha estado entrenando en el uso y desarrollo de este tipo de nuevas tecnologías. Si bien es cierto que en términos generales Chile, al igual que el resto de Latinoamérica, usa IA mucho más que lo que desarrolla nuevas tecnologías basadas en IA, hay diversas iniciativas en múltiples sectores que han generado un gran impacto, tanto para los usuarios como para las empresas chilenas. Dicho punto de inflexión genera, asimismo, un riesgo ineludible y es justamente quedar encasillados como un país que solo usa IA y no uno que la desarrolla y la adapta a sus necesidades particulares.
Con todo, las empresas chilenas, al igual que el Estado de Chile, tienen decisiones estratégicas que no son sencillas, pero que al final del día se pueden resumir en cuál es la proyección que se desea tener.
No quisiera afirmar que hay una falsa dicotomía entre adoptar o no el camino de la innovación tecnológica, pero la evidencia sugiere que las empresas, al igual que los gobiernos, que no aprovechen en establecer los mecanismos para la toma de decisiones basadas en la mejor información disponible, han quedado y seguirán quedando en clara desventaja. Esto quiere decir, esencialmente, que aquellas empresas que no logren comprender lo que desean sus clientes y usuarios, así como los gobiernos que no logren entender las necesidades de sus ciudadanos, están destinados al fracaso.
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