Por: Arturo Cifuentes. Investigador CLAPES-UC. Ing. Civil U. de Chile. Ph.D. en Mecánica Aplicada. Master of Science en Ing. Civil Caltech. MBA en Finanzas NYU
El concepto de inversiones sustentables (también conocidas como socialmente responsables) ha ganado popularidad en los últimos años. La idea fue formalizada en 2005 cuando Naciones Unidas presentó sus principios de inversiones responsables. El término se refiere a inversiones que satisfacen buenas prácticas con relación al medio (A)mbiente, (S)ociedad y (G)obernanza: esto es, inversiones ASG (ESG en Inglés).
Recientemente asistí a un congreso de inversiones sustentables organizado por la universidad de Yale. Además de escuchar las charlas oficiales conversé informalmente con muchos académicos, reguladores, e inversionistas institucionales. ¿Qué conclusión saqué de todo esto?
Primero, no existe ningún consenso en relación a qué significa ASG.
Segundo, y una consecuencia de lo anterior, no existe ninguna métrica universalmente aceptada para determinar si un fondo de inversiones—por ejemplo—satisface los principios ASG.
Y tercero, la evidencia de que invertir bajo criterios ASG produce mejores retornos es contradictoria.
Evidentemente, esto no es un llamado a quedarse indiferente frente a una empresa que arroja desechos tóxicos a un río o contamina la napa de agua de la que se abastece una ciudad; es simplemente reconocer lo complejo del tema.
Otro ejemplo: consideremos el índice MSCI ESG (MSCI es una firma líder en la elaboración de índices financieros; de hecho, el MSCI World Index es el referente obligado en el mercado de acciones globales). Pues bien, el índice MSCI ESG excluye a empresas que generen más del 50% de sus ingresos produciendo bebidas alcohólicas. Es decir, si las AFP adoptaran este criterio (o si el regulador se los impusiera) no podrían invertir ni en viñas ni en cerveceras. ¿Problemático, no es cierto?
Algo similar sucede con las inversiones verdes y los llamados productos orgánicos. En síntesis, detrás de todas estas prácticas hay mucha ambigüedad y bastante hipocresía.
¿Por qué digo hipocresía? Un último ejemplo: muchos millennials admiten abiertamente que preferirían no comprar ni vender a una firma que contamine el medio ambiente. Pero si esta idea es tan buena, ¿por qué limitarla solo a las empresas?. Habría que extenderla a los países también. La China genera el 25% de las emisiones de CO2 a nivel mundial. ¿Estaría Chile dispuesto a no vender cobre a la China para proteger el medio ambiente?, ¿Lo agradecerían las próximas generaciones?.
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