Por: Jorge Gillies. Periodista y Economista. Magíster en Economía. Profesor Titular UTEM
Polémica generó la afirmación del Premio Nacional de Ciencias, José Maza, de que “seríamos los faraones de los estúpidos” si eligiéramos presidente a José Antonio Kast. La respuesta del candidato derechista no se hizo esperar y lo llamó a retractarse, señalando que “no tiene derecho a insultar a los chilenos”.
Es un episodio más de la incipiente crispación del panorama político local, caracterizado por insultos y menosprecios de lado y lado. Calificativos como “fachos pobres”, “limitados”, “zurdos”, “progrerío”, son pan de cada día en las redes sociales y no agregan contenido alguno al debate.
Lo que parece anecdótico merece una reflexión más profunda. Lo cierto es que este tipo de desprecios no influye en nada en las decisiones políticas de los ciudadanos, de cara a dos años electorales. Al revés, más bien tienden a reafirmar las posiciones preestablecidas.
Porque la comunicación política no es un concurso que mida el intelecto y las personas votan, o no lo hacen, en función de sus expectativas, anhelos, ansiedades y temores. Olvidar este hecho elemental es un error garrafal de parte de cualquier político.
Cierto es que en el Chile de hoy esta realidad parece favorecer mayoritariamente a las candidaturas de derecha, dada además la crisis que afecta a nivel global a las fuerzas políticas de tendencia socialdemócrata.
Pero no está escrito que así sea: en Portugal, España, Suecia y Dinamarca se han impuesto gobiernos socialistas sobre la base de un discurso convincente para la población. En Alemania, el partido ecologista Los Verdes se ha convertido en la segunda fuerza política. Son realidades disímiles, pero que tienen un elemento común: son triunfos que se han logrado sobre bases propositivas y no sólo en función de atacar a los adversarios.
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