Por: Francisco Rebolledo, Psicólogo Infanto Juvenil de FAE PRO RENGO y Paulina Fernández, Psicóloga, Directora FAE PRO RENGO
A menudo comprendemos que el “estar” en familia implica solo la convivencia física de sus integrantes, ya sean mamá, papá, hijos/as, hermanos/as, abuelos/as, etc. No obstante, esta visión estructural no define los alcances de lo que significa “ser” y “estar” en familia, es decir, vivir, sentir y desear junto a los otros. Inicialmente habría que comprender que la familia se constituye como un primer nicho ecológico, en el cual se nos recibe y se nos traspasan ideas, valores y una identidad, sin siquiera darnos cuenta. Esto es lo que llamamos socialización, fundamental para nuestra supervivencia y coexistencia con los demás, desde la adquisición del lenguaje, aprendizajes, vínculos, y un sentido de pertenencia que nos ayuda a comprendernos como parte de un grupo, en un lugar determinado.
En ello va oculta nuestra historia. A veces, el grupo se construye de diferentes formas y personas que adoptan diversas dinámicas, en tiempo, espacio y lugar también diverso, cruzando inclusive la barrera de lo consanguíneo. Esta realidad, nos permite sobreponernos a la imagen preconcebida de lo que comúnmente conocemos como familia “bien constituida”, logrando así poder incluir todos los nichos posibles que pueden constituirse como nuestro punto de partida y asimismo resguardar nuestro sentido de pertenencia.
Visualizar cómo se desarrolla una vida dentro de “la familia” es complejo. Construimos el deseo de familia, con anhelos, fantasías y sueños de lo que queremos, en un proceso maravilloso y estrictamente personal. No obstante, el éxito y/o fracaso de aquellas expectativas se deberá a nuestras circunstancias y experiencias relacionales, en un continuo entre lo colectivo y lo individual. Nuestros miedos y amores habitan justo allí.
Este domingo 15 de mayo, se conmemora el Día Internacional de la Familia y nos invita a reflexionar sobre esto, y tomar conciencia sobre la importancia de nuestras relaciones y cómo se sustentan nuestros grupos familiares. Es ahí donde está la oportunidad no solo de atender nuestros deseos, sino también de comprender y cuidar el de los otros. Este aspecto es particularmente importante durante la infancia, en donde como adultos sometemos a los niños a nuestros deseos a través de la obediencia y el deber, por ende, olvidamos cuidar su mundo, aquel que también nos fue propio y cercano alguna vez.
Entender que el ser y estar dentro de una familia no solo implica vivir y cohabitar, sino que también cuidar y reconocer el mundo del otro. Mirar en sus deseos es también reconocer los propios, y nos ayuda a conectarnos con las necesidades mutuas. Es una oportunidad para el desarrollo humano y la convivencia responsable.
En el Programa Familias de Acogida -FAE PRO RENGO- atendemos diversas realidades familiares, orientados a dar protección y resguardo a niños, niñas y adolescentes vulnerados, durante un período de tiempo acotado. Ser Familia de Acogida es reconocer el dolor, negligencia, y carencias relacionales de otra familia, entendiendo que todos y todas tenemos la oportunidad de remediar y rehabilitar competencias parentales para vivir y sostener la familia, sin buscar la perfección.
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