Por: Mauricio Lemus V. Ingeniero Forestal U. de Chile y Gerente General de Biocys. Ganadores 1er Lugar “Bosques y Flora” de Premios Latinoamérica Verde 2019
La cuarentena en la que se encuentran varios países del mundo a causa del Covid-19 ha provocado disminución del flujo de personas, el tráfico vehicular, aéreo y el cese parcial o total de las actividades socioproductivas. El cierre de fábricas y comercios en grandes potencias como China, al igual que las restricciones de viaje impuestas para hacer frente a la pandemia, produjo una disminución en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de, por lo menos, un 25% a nivel planetario.
Lo anterior, se debe a que muchas de las actividades desarrolladas por el ser humano tienen un impacto negativo en el medio ambiente, generando una presión continua. A medida que esta presión disminuye, también disminuyen los impactos, convirtiéndose en un mecanismo de restauración pasiva.
Paradójicamente, la pandemia del coronavirus le ha generado un respiro al planeta, pues la parálisis industrial de gran parte del orbe y el encierro obligado en el que se encuentran miles de personas en varias ciudades del mundo, han permitido que se reduzca el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero. No obstante, en gran parte de los ecosistemas que han sufrido degradación, la restauración pasiva como esta no es suficiente y requiere la implementación de otras medidas sostenibles en el tiempo para incidir en su rehabilitación.
Sin embargo, aunque el alivio sea momentáneo y no resuelva de fondo la crisis climática existente, esta pandemia debe servir, además, para generar una mayor conciencia social frente al cuidado del planeta y el uso racional de los recursos naturales. Es por esto que la lección que nos deja esta crisis sanitaria es comprender que la actuación del ser humano ha ocasionado un daño ambiental significativo en el planeta y la urgencia que tienen nuestros ecosistemas en recuperar sus funciones, acercándose en la medida de lo posible a su estado original.
En tal sentido, pensando en sostener esta mejoría en el tiempo, hay muchas actividades que realizamos a diario y que esta urgencia nos ha permitido identificar, como el teletrabajo y otras prácticas dentro del quehacer cotidiano. El teletrabajo indudablemente disminuye el impacto medio ambiental debido al menor uso de automóviles, menor consumo de combustibles fósiles y, por ende, menor aporte de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global. Hemos probado que se puede ser igual de eficiente en el cumplimiento de algunas labores sin la necesidad de estar transportándose todos los días, además, de esta manera estamos beneficiando la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.
De todos modos, para que haya un impacto real en virtud del objetivo, debe existir un aporte de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad, ya que debemos entender que la industria debe cuidar y respetar a la gente, porque sin ella no hay desarrollo económico que sea sostenible.
Finalmente, como reflexión final, queda que si no tenemos un país comprometido, una sociedad concientizada, no vamos a lograr una recuperación efectiva de nuestro ecosistema. La pandemia, además, nos ha permitido valorar de manera real los pequeños aportes de personas que realizan labores que normalmente se desprecian, como el caso del servicio de aseo, los recolectores, y los recicladores, que día a día ayudan en el cuidado del medio ambiente.
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