Por: Natalia Jiménez. Head of Expansion Latam de Deel
La pandemia trajo consigo muchos cambios y desafíos en el mundo del trabajo, más que una novedad o un beneficio, hoy son considerados parte de la estructura principal y la cotidianeidad de la mayoría de las empresas. Trabajo remoto o híbrido, flexibilidad, foco en los objetivos y no en las horas trabajadas, entre otros, son moneda corriente en el ambiente empresarial.
¿Cómo afectan estos nuevos aspectos al liderazgo? ¿Es un beneficio o una desventaja para las mujeres en puestos directivos, jefas de equipo o con personal a cargo? ¿Cómo balancear las responsabilidades laborales y personales desde casa?
A simple vista, trabajar de manera remota podría verse como un gran beneficio para poder atender otras responsabilidades fácilmente, administrando los tiempos de manera más práctica y eficiente. El problema surge al no poner en tela de juicio por qué solo la mujer es la que carga con mayores responsabilidades en el hogar, o en cuidados infantiles, y si esto afecta su desempeño o su liderazgo.
Liderar equipos diversos e interculturales es un desafío, debido a las diferentes visiones de trabajo que pueden presentarse. Innovar trae grandes resultados pero es necesario ser flexible para lograr el rendimiento esperado. En un contexto de virtualidad, muchas mujeres debieron sumar otros retos a los ya impuestos: prejuicios, expectativas sociales, responsabilidades que se multiplicaron al quedarse en casa y, muchas veces, oportunidades que se vieron reducidas por el simple hecho de tener que trabajar a distancia.
Equilibrar las tareas, en el caso de una vivienda compartida, es el primer paso para que la virtualidad no afecte a la vida laboral. Hoy ya podemos apreciar cambios en la división de los quehaceres domésticos. Mejor todavía sería compartirlas, ya que las responsabilidades son de ambos adultos por igual. Por otro lado, las empresas deben evitar el prejuicio de que una mujer líder podría ver afectado su desempeño por estar trabajando a distancia, brindando las mismas oportunidades de demostrar sus capacidades a hombres y a mujeres.
Todo los avance trae consigo nuevos desafíos. Tanto las empresas como las personas tienen que estar dispuestas a enfrentarlos, creando nuevos paradigmas, estructuras y políticas que ponderen los cambios que surgen en pos de ofrecer oportunidades equitativas. Muchas de ellas ya comenzaron: el mundo empresarial está equiparando sus cupos, espacios de participación y salarios entre hombres y mujeres, pero queda mucho por hacer todavía.
Actitudes injustas y discriminatorias, grandes o pequeñas, que producen barreras y construyen el famoso “techo de cristal”, todavía están instaladas en la cultura laboral de muchas personas. La virtualidad puede hacer que pasen desapercibidas, ya que no existen testigos presentes para evidenciarlo como en la oficina.
Es importante establecer canales de denuncia ante estas situaciones, aún en la virtualidad, aprovechando las nuevas herramientas que provee, para todos los niveles de la organización.
Cuestionar las estructuras sociales a raíz de un hecho tan radical como la pandemia, reorganizando responsabilidades y oportunidades puede resultar en un mundo más justo, donde los cambios son oportunidades de crecimiento social y cultural. Teniendo en cuenta que el trabajo remoto ha llegado para quedarse, tomemos de aliada a la tecnología y a los nuevos canales que nos brindó la virtualidad para desarrollar herramientas superadoras que nos permitan diseñar un futuro de liderazgo más equitativo.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.