Por: Hugo Marambio M. Periodista. Director www.enlalinea.cl
Fue en la inolvidable Copa Confederaciones, en Rusia, donde viví en carne propia la extraña sensación de gritar o tragarme un gol hasta que una máquina manipulada por unos señores de distintas nacionalidades determinara la validez o no de la máxima expresión que tiene este deporte llamado fútbol, que hoy revive el debate entre sus seguidores gracias a la Copa América que se disputa en Brasil.
De aquella bendita experiencia personal y profesional ya han pasado un poco más de dos años y la sensación es igual o peor pues casi nada se ha avanzado para mejorar su aplicación o, simplemente, eliminarla de raíz ya que es, desde mi humilde punto de vista, una de las peores invenciones en la historia de fútbol moderno.
Para ser más claro, la sensación es lo más próximo, y con el permiso de los presentes, a un “coitus interrumpus”. La diferencia está en que es uno el que toma esa decisión y no un par de señores que tras una serie de monitores no se ponen nunca de acuerdo, lo que aumenta la tardanza del cobro final. El resto de las comparaciones las dejó a su plena libertad e imaginación.
En el estadio mismo nadie entiende nada. Imagínese que en la TV el espectador se pone inquieto, trate de entender lo que están al borde de la cancha sin monitor ni nada que les ayude a reducir esa incertidumbre que, para peor se trasladó al campo de juego, o sino pregúntele a Sánchez, Aránguiz, Cavani y Suárez, entre otros clase mundial. O sea, este maldito VAR también está exterminando la máxima expresión del fútbol que es un gol. Peor imposible.
Punto aparte es la robotización en que han caído a los árbitros y sus asistentes. Hasta antes del polémico Videoarbitraje para bien o para mal, justamente o injustamente, aplicaban sin eufemismos su criterio en cada cobro. Hoy los asistentes casi están de adorno y los jueces confían ciegamente en una máquina que puede o no darles la razón y que termina por matar la esencia de este deporte. Por lo demás el fútbol es como la vida: está compuesto por errores y aciertos, es la esencia del ser humano, es la esencia que se está perdiendo, es la esencia que hay que volver a rescatar antes que sea muy tarde.
En resumen, la justicia no puede ser la única justificación para avalar una aplicación que hasta ahora no termina de convencer del todo. Y para peor, a partir del próximo año comienza a aplicarse de manera obligatoria en las competencias locales. Si a nivel internacional su aplicación tiene nota negativa, imagínese en las canchas sudamericanas donde la improvisación y el amateurismo muchas veces le gana por goleada a hacer a la primera y de forma correcta las cosas o aplicar el reglamento establecido.
Quisieron imitar lo que se hizo en el tenis y la hicieron peor. En el deporte blanco el juez de silla no hace todo el show ni demora tanto la decisión final como sí hoy los hacen sus pares del fútbol. En el tenis, salvo excepciones, los jugadores no se abalanzan sobre el árbitro ni caen en largas discusiones. Ni el público asistente ni los televidentes deben esperar una eternidad para saber la decisión final del punto. De esa buena experiencia hay mucho pero mucho que aprender. La intención de los promotores del VAR quizás era buena, la aplicación simplemente deficiente.
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