Por: Daniela Rocha y Karla Donoso. Psicólogas Servicio de Salud Estudiantil. UTEM
¿Cuántas veces al día nos bombardean con información acerca de las fiestas de fin de año? ¿Cuánta de esta información nos indica que debemos estar felices y disfrutarlas? Ciertamente estas fechas nos invitan al goce de estar junto a la familia, de cerrar ciclos académicos o laborales y de analizar lo que hemos logrado o no. Sin embargo, todo lo anterior se transforma en un peso si es que nos encontramos con algún diagnóstico de depresión o si traíamos con nosotros/as angustias, frustraciones o ansiedades previas.
La ilusión de que la atmósfera de estas fechas es predominantemente de fiesta y felicidad hace que, si no compartimos esas emociones, podamos sentirnos incomprendidos y en un estado de soledad.
Por ello, si agregamos el aumento de la carga laboral o académica o quizá el no poder reunirse en familia, entre otros, no es de extrañar que muchas personas perciban que mientras más se aproxima diciembre, más ansiosas y/o deprimidas se sienten.
Por ello es importante no dejarnos llevar por el “deber ser” de estas fechas. Si lo disfrutamos ¡enhorabuena!, pero eso no implica que, si tú no lo estás disfrutando, eso esté mal. Respeta tus propios procesos y si estás con un estado anímico bajo, no te obligues a ir a un ritmo diferente.
Por eso se torna central que nos apoyemos en nuestros círculos de confianza y que podamos ajustar nuestras expectativas. Recuerda todo lo que has hecho y logrado durante este año… ¡lo has llevado a cabo de la mejor manera que posible!
No te sobre exijas, anda a tu ritmo, deja espacios libres para expresar tus emociones, convérsalo y si, por el contrario, conoces a alguien que no lo esté pasando bien en estas fechas, ofrécele ese espacio de poder hablar sobre aquello y valídalo, no lo/a obligues a sentirse de otra forma.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.