Por: Margarita Ducci B. Directora Ejecutiva Pacto Global Chile, ONU
En Chile, más de 10 millones de personas sufren de obesidad o sobrepeso según cifras de la Federación Mundial de Obesidad (World Obesity Federation y la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha definido como una enfermedad crónica y multifactorial. Y los números empeoran; el 60% de nuestros niños de quinto básico tiene sobrepeso u obesidad.
La pandemia del coronavirus ha profundizado el problema y empeorado las cosas, ya que 7 de cada 10 chilenos tienen sobrepeso u obesidad, siendo Chile, el segundo país de la OCDE en un ranking que encabeza México, y, en tercer lugar, Estados Unidos. Es decir, estamos frente a una pandemia viral y de obesidad. Una realidad aterradora considerando que múltiples estudios afirman que las personas obesas tienen de cuatro a seis veces más riesgo de mortalidad por Covid-19.
Uno de los últimos informes emanados de la OMS, asegura que la probabilidad de sufrir una infección grave por coronavirus, se incrementa en 44% en las personas con sobrepeso y se dobla en quienes sufren obesidad. Al parecer, esto se debería a que el tejido graso actúa como reservorio en el que se acumula el virus, antes de comenzar a extenderse a otros órganos.
El tema resulta extremadamente complejo de solucionar, tomando en cuenta el confinamiento obligado, lo que ha generado sedentarismo, mala alimentación, problemas de sueño, eternas horas frente a pantallas, carencia de actividad física y detrimento de la salud mental.
Las precarias condiciones económicas agravan estos procesos, porque lamentablemente hoy, comer saludable, para muchos, es prohibitivo. Ni hablar de lo caro que resulta adquirir por estos días frutas y verduras para una dieta equilibrada. Por ello, hay que tener claro que la obesidad es una enfermedad y no sólo una condición; hay que recalcar sobre la importancia del apoyo médico multidisciplinario que permita abordar todas las dimensiones que deben ser consideradas; y promover la discusión respecto a la necesidad de políticas públicas concretas que vayan al origen y desarrollo, más allá de la sola prevención.
Resulta entonces prioritario combatir esta alianza perversa, que se expande con peligrosa rapidez, para que la discusión sobre nuestro sistema alimentario se establezca con decisión y acciones concretas de emergencia y de sensibilización ante su importancia. Eso fue lo que planteamos en la Cumbre de la ONU sobre sistemas alimentarios, como Grupo ODS2 de Pacto Global, donde empresas y organizaciones, se han unido para trabajar por esta causa. En definitiva, planteamientos para escribir con letra firme y segura, un sistema alimentario más saludable, sostenible y equitativo.
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