Por: Beatriz Revuelta. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Alberto Hurtado
De acuerdo con la Segunda Encuesta Nacional de Discapacidad, el 73.9% de los cuidadores son mujeres; el 77.1% reside en el hogar; el 93.6% es cuidador/a familiar sin remuneración y un 68.8% de los cuidadores se encuentra entre 45 y 60 años y más de edad. Si bien ha habido algunos avances en el reconocimiento de los cuidadores, gracias al trabajo organizado y coordinado de un movimiento de cuidadores a nivel nacional, esta labor sigue siendo invisible.
En noviembre se hizo la segunda marcha de cuidadores del año, convocada por 70 organizaciones, a la que tres países latinoamericanos, Perú, Argentina y México, adhirieron. En Santiago, vimos familias completas con carteles cuyos mensajes eran muy potentes, acompañadas de sus hijos e hijas en sillas especiales. Ante escenas como esa, el corazón se aprieta y comprendes en toda su magnitud un pedido, a todas luces, justo.
Se comprende el sacrificio del momento, el marchar con ellos cuando hay más de 30 grados de temperatura, pero ello remite a pensar que marchar por la dignidad y el reconocimiento de derechos, no es un sacrificio, el sacrificio ha sido mantener a sus familiares que requieren cuidados, durante años en la más absoluta precariedad y soledad.
El reclamo de los cuidadores, sin duda, debería ser de los primeros en la lista de prioridades. Su lucha apunta a un sistema que precariza y no brinda los apoyos necesarios para vivir una vida digna, ni para las personas que requieren cuidados, ni para las que cuidan.
Necesitamos más Estado y menos mercado y, por eso, el petitorio para esta segunda marcha recoge 14 demandas, entre ellas: una ley que cree un sistema nacional de apoyos y cuidados con presupuesto estatal; educación inclusiva y domiciliaria; catastro nacional de cuidadores y cuidados; reconocimiento de la capacidad jurídica de las personas en situación de discapacidad y/o dependencia; simplificar el proceso de obtención de pensiones y subsidios y mayor presupuesto para los programas existentes.
La movilización nacional actual nos invita a pensar futuros distintos para Chile y sus habitantes, donde no pueden quedar invisibilizadas ni las personas en situación de dependencia y discapacidad ni sus cuidadores.
Es imperioso que los debates incorporen con fuerza a aquellos que el sistema no reconoce, aquellos que siempre han quedado marginados. La aprobación de la modificación de la Ley 20.422 en la Cámara de Diputados, nos muestra que vamos por buen camino, pues se reconocerá a los cuidadores como sujetos de derecho. Además, se han generado en este contexto un sinnúmero de cabildos regionales para discutir sobre discapacidad y cuidados, pero hay que ir por más.
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