Por: Germán Cabrera. Gerente general de Púlsar Ingenieros y miembro G100
Hace algunos días la OCDE dio a conocer un informe del que se desprendía que Chile es el quinto país menos productivo y uno con las jornadas laborales más largas. Casi al mismo tiempo, la oposición y el oficialismo se enfrascaban en una discusión con respecto al proyecto de ley que buscaba reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales.
La polémica por la reducción de horas de trabajo, continúa acaparando la opinión y la agenda pública ya que desde el gobierno afirman que impactara en la productividad. Sin embargo, llama la atención que el foco ha estado justamente en cómo afectará a la economía del país, pero no en cómo podemos hacer de Chile un país más productivo, sobre todo considerando las cifras OCDE.
Esta situación me lleva a pensar en una charla del Director del Centro de Estudios Públicos (CEP), Leonidas Montes, en la que habló sobre aquellos aspectos éticos que se esconden detrás del modelo económico bajo el cual vivimos actualmente. Porque Adam Smith, el economista que es considerado el padre de la economía moderna, estaría -en varios sentidos- en contra de muchas de las decisiones que se toman hoy en día, ya que si bien tratamos de basarnos en sus principios, pareciera que en realidad no los entendemos en profundidad.
Un ejemplo de aquello es que un país no es más rico mientras más oro acumule, sino mientras más trabajo productivo y capacidad de crecer tenga, temas que son imprescindibles al momento de pensar y hablar del futuro de la sociedad. Sin ir más lejos, tener un país que incentive a las personas a emprender, creando ideas de negocios que sean escalables, generando empleo y desarrollando talentos debería ser la prioridad de cualquiera, pero no siempre es así y, por lo menos en Chile, nos queda un camino por avanzar.
Lo que ocurre, es que el liberalismo de los últimos años, no ha sido capaz de transmitir aspectos que son claves para el desarrollo. Estamos hablando de educación, ambición y trabajo duro: conceptos que se relacionan desde la base con el esfuerzo individual y el desarrollo. Porque un individuo motivado por su interés propio, va a promover el interés de la sociedad como una consecuencia que muchas veces no buscó.
Lo anterior -muchas veces confundido equivocadamente con egoísmo- es justamente lo que pasa cuando un emprendedor, por ejemplo, crea un negocio que es capaz de dar empleo, aprendizaje y calidad de vida a miles de personas.
Finalmente, el emprender es solo una demostración más de que el esfuerzo de uno puede tener un efecto multiplicador que llegará a muchos. Debemos pelear por un país y un modelo económico, que centre sus esfuerzos en el crecimiento de cada uno y por ende de la población en su conjunto. Solo así lograremos que los tomadores de decisiones enfoquen sus discusiones en proyectos e ideas que realmente impacten en el crecimiento del país, más que en defender un lado u otro.
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