Por: Marcela Colombres. Directora de Aprendizaje para el Futuro Fundación Chile
La inteligencia artificial cada día está más presente en nuestra vida cotidiana — en muchos casos no nos damos cuenta de que la estamos usando—, y se ha convertido en un tema de conversación que llegó a las escuelas.
¿Los establecimientos deben permitir y/o incentivar que las y los estudiantes utilicen la IA generativa como chat GPT para realizar los trabajos que les envían sus profesores?, ¿es válido que un docente cree una rúbrica usando IA?
Más allá de estas preguntas, lo cierto es que la IA ya está siendo usada por algunos estudiantes y profesores en diversos puntos del proceso de aprendizaje, con distintos niveles de conocimiento y profundidad. Estas tecnologías están expandiéndose a un ritmo vertiginoso al que cuesta seguirle el paso, pero es necesario hacerlo.
En materia de aprender con IA, el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial 2023 del Centro de Inteligencia Artificial (CENIA), refleja que en la región solo Brasil incluye estos contenidos en su currículum escolar en la formación primaria y secundaria, aunque en Chile el Ministerio de Educación ha sido pionero presentando en mayo de este año la “Guía docente: cómo usar Chat GPT para potenciar el aprendizaje activo”.
Paralelamente, la misma cartera de gobierno organizó el Congreso Pedagógico y Curricular, una actividad participativa que invitó al país a dialogar en torno al qué, cómo, cuándo y dónde aprender, instancia clave para la construcción del futuro de las infancias y juventudes con responsabilidad y de manera colectiva.
Acciones como estas nos invitan a reflexionar respecto de si ya la IA entró a las salas de clases, y que, si niñas, niños y jóvenes están aprendiendo con inteligencia artificial en algún grado, nuestro deber como sociedad es tomarnos un tiempo para ponderar su uso. ¿Cómo? basándonos en datos, revisando de manera articulada -comunidades educativas, Estado, privados y sociedad civil-, el conjunto de iniciativas existentes y las evidencias de su impacto en el aula y sus múltiples dimensiones.
Por otro lado, debemos ser conscientes de que la IA está produciendo un cambio cultural — al igual que lo hizo la llegada de internet y el uso del celular – que necesariamente repercutirá en la vida humana, y eso es algo para lo que la ciudadanía tiene que prepararse. Tal como señala la Unesco en su publicación Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial (2021), es crucial la formación en competencias en materia de ética de la IA, para pensar en cómo participamos y convivimos de manera responsable y segura en la sociedad digital.
Una de las iniciativas que avanza en esa dirección es HumanIA, plataforma regional liderada por Google, Asociación Chicos.net (Argentina) en alianza con Gurises Unidos (Uruguay) y Fundación Chile, que en nuestro país capacitó a 685 profesores para la comprensión técnica de la IA y la promoción de la ciudadanía digital y que a nivel regional logró que más de mil estudiantes provenientes de 45 escuelas participaran en la experiencia HumanIA. Otra acción similar es Desafiantes de CENIA, que acerca la IA a las comunidades educativas.
Sin duda este tipo de propuestas son un primer paso hacia la preparación para la IA, pero es necesario que reflexionemos de manera profunda y articulada sobre qué esperamos y soñamos en educación, con la finalidad última de alcanzar el bienestar y felicidad de las y los estudiantes, profesores, apoderados y familias que conformamos las comunidades educativas, siempre poniendo por delante la esencia de lo humano en nuestros diálogos y pensamientos.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.