Por: Anna Ivanova. Directora del Instituto de Ciencias de la Educación, Universidad de O’Higgins; y Lucero Burón, Doctoranda Facultad Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires
Desde los albores de su existencia la humanidad ha estado en movimiento. Por tanto, la movilidad humana como fenómeno no es algo novedoso, ni tampoco, algo exclusivo de nuestra época. Sin embargo, en diversos contextos los desplazamientos humanos han tomado características, motivaciones y formas particulares. De la misma forma, en determinados momentos, estos flujos han tenido mayores y menores intensificaciones que en otros. Así en lugar y tiempo las migraciones han tomado características diversas y jamás han dejado de existir.
No obstante, en Chile nos hemos empeñado, en los últimos años, en caracterizar el fenómeno migratorio como algo novedoso, marginal y peligroso, de la misma forma, se han construido y difundido prejuicios y estereotipos sobre quiénes son los/as migrantes; estereotipos que rondan entre una especie de misericordiosa piedad frente al desposeído y una desencarnada deshumanización alimentada por el nacionalismo, racismo y xenofobia.
En general, cuando hablamos de este fenómeno tendemos a concentrarnos en el rol de la ciudadanía o en el papel del Estado en el desarrollo de mecanismos o prácticas de exclusión, sean en espacios cotidianos o institucionales. Si bien, somos conscientes del rol de estos dos cuerpos frente a las migraciones y las diversas formas de controlar los movimientos, poco nos concentramos en un tercer actor referido a los medios de comunicación y su papel en la reproducción y construcción de ideas.
La falta de cuestionamiento a las ideas difundidas por los medios, sean tradicionales o no, nos ha conducido como ciudadanía a la reproducción de discursos e imaginarios descontextualizados o desanclados de los hechos y sus múltiples dimensiones.
En un estudio desarrollado por quienes escriben esta columna, descubrimos que entre los años 2015-2019, se fue construyendo mediáticamente un discurso que en primer lugar asentó la idea que el país se estaba llenando de inmigrantes, para luego comenzar a diseminar la idea que la migración y los/as migrantes representan un problema para el Estado, en particular que colapsaban el sistema público, para finalmente consolidar un discurso en el cual la migración y los migrantes representan una amenaza para la seguridad nacional; cuando en la práctica las estadísticas indicaban lo contrario.
El análisis mediático realizado a tres medios de prensa escrita demostró que paulatinamente se pasó de un discurso que relevaba el aporte económico y cultural de los inmigrantes desde un ángulo folcklorizante a un discurso de la migración como una amenaza para la seguridad nacional. En abril del año 2018 durante la primera etapa del gobierno de Sebastián Piñera, este discurso se fue consolidando bajo el imperativo de ordenar la casa. De este modo, no solo se establecieron como principales focos para abordar las migraciones mediáticamente las ideas de orden, regularidad y control, sino que se asentaron las bases para consolidar la articulación entre migración, criminalidad, por tanto, se fue consolidando, siguiendo el panorama global, el paradigma de la securitización.
Frente a un público muchas veces con una comprensión lectora deficiente y carente de una formación crítica frente al rol mediático, se comenzaron a asumir estas ideas como verdades absolutas, sin matices, ausentes de contexto y particularidades.
Por nuestra parte, el objetivo de esta columna, no representa un esfuerzo por revertir la generalidad en su sentido contrario, sino más bien, reviste un intento por desnaturalizar los discursos imperantes en nuestra sociedad y, por otro, cuestionar el rol de los medios de comunicación. Asimismo, a través de esta columna, nos cuestionamos cuál es la responsabilidad ética y política que los medios tienen en el desarrollo de actos, prácticas, discursos de discriminación racial y xenofobia. De la misma manera, nos preguntamos cuál ha sido nuestro papel como ciudadanía frente a la difusión de estas ideas y qué rol esperamos cumplir en nuestros entornos frente al poder e influencia mediáticos.
Para finalizar, otros sinónimos de forastero son: extraño, extranjero e intruso. Al parecer la imaginación nacional de Chile como un país que acoge a todo el mundo, siempre estuvo teñida por esa distinción entre quienes pertenecen a un lugar y quienes no lo pueden hacer, aunque siempre desde una hipocresía nacional coloreada de bondad, compasión. Esta misma idea fundacional es empleada hoy por hoy por los medios para describir al migrante.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.