Por: Gastón Leiva V. Investigador científico-tecnológico
La semana pasada en el canal de Instagram de CNN Chile se publicó una cápsula sobre la responsabilidad afectiva y fue bastante impactante leer una gran mayoría de comentarios, tales como; generación copo de nieve, no tengo que hacerme cargo de las emociones del otro, entre otras. Tal vez la cápsula mezcla demasiados conceptos y casos conductuales con lo cual se pierde el objeto principal de la cápsula, que es poner en la mesa la responsabilidad afectiva y la falta de ella en sus distintas manifestaciones.
Uno de los fenómenos que se mencionan en la cápsula es el ghosting, en cual pretendo profundizar en esta columna y exponer algunos estudios relacionados al tema, no sin antes indicar que por lo menos desde mi concepción, la responsabilidad afectiva no es hacerse cargo y responsable de las emociones de la otra persona, sino que es comprender que para que exista una relación entre personas, ya sea de amistad, familiar, romántica, etc.
Ambas personas aportan nutrientes a dicha relación y por lo tanto, es responsabilidad de ambos establecer los marcos o límites de dicha relación, así como también informar al otro cuando se decide dejar de alimentar dicha relación, lo que no significa que una de las partes deba hacerse cargo de la otra si no es capaz de superar en el tiempo el fin de la relación en cualquiera de sus formas.
De hecho, este tipo de quiebre poco ético se está haciendo tan común que, expertos han establecido dimensiones para este fenómeno, como por ejemplo el ghosting laboral, donde la empresa o el empleado deja de comunicarse con una de las partes y simplemente desaparece, produciéndose principalmente en etapas de postulación o después de algunos días ya contratado en el caso de un empleado.
Sin duda alguna, las relaciones actualmente en nuestra sociedad son cada vez más decadentes, y aunque parezca contradictorio, se vuelven más impersonales sobre todo con el uso de las redes sociales y la tecnología en general, produciéndose finalmente ansiedad y miedo en quienes deciden formar parte de ellas.
Por ejemplo, según un estudio publicado este año en la revista Computers in Human Behavior, en el cual se evaluó a 995 adolescentes y adultos jóvenes, concluyó que los principales temores en la interacción social virtual eran el miedo a perderse de algo, ser víctima de ghosting y el vaguebooking (que es un comentario o estado intencionalmente vago en alguna red social). Todas estas tendencias claramente no son inocuas a la salud mental y afectan considerablemente nuestra forma de conectarnos con los demás, el ser humano es un animal social, intelectual y emocional, y si estas conexiones se “enferman”, nuestro cerebro interpreta ese dolor como cualquier otro de origen físico.
De los temores detectados en el estudio anterior, destaca el ghosting, pero ¿qué es y por qué es tan temido?. El término proviene de la palabra anglosajona ghost, que significa fantasma, por lo tanto, hacer ghosting sería algo así como “hacerse fantasma” o “aparecer y desaparecer como fantasma” sin un aviso previo, sin explicaciones. El ghosting, no sólo afecta las relaciones románticas, sino que también las familiares y de amistades según un estudio publicado en la revista Telematics and Informatics, en el cual se afirma incluso que en el caso del ghosting en amistades, aumentaban las tendencias depresivas en las víctimas.
La práctica del ghosting se está volviendo tan habitual en nuestras generaciones, que algunos equipos de investigadores se han propuesto desarrollar herramientas para evaluar esta cruel práctica, desarrollando un cuestionario fiable y válido sobre ghosting tanto para la investigación como para la práctica clínica, el cual fue publicado este año en la revista Heliyon.
Este comportamiento se ha vuelto tan frecuente y “normalizado” que en una investigación de la Universidad de Georgia, se afirma que “dos de cada tres participantes, todos adultos jóvenes, habían hecho ghosting y también habían sido víctimas de esta práctica en repetidas ocasiones. La mayoría lo consideraba una estrategia ventajosa porque era fácil, evitaba la confrontación y les parecía más educado que un rechazo duro y frontal”, esta práctica es tan dañina para las víctimas que, dentro de las conclusiones del estudio se menciona que la huella del ghosting sobre la salud mental es más profunda que la del rechazo abierto.
“Al cabo del tiempo, el recuerdo de haber sufrido ghosting era más doloroso que el de una ruptura directa. Es muy posible que los que optan por esta salida no sean muy conscientes del daño que provocan a la otra parte”.
En otra investigación del 2019, los autores identificaron que las personas con fuertes creencias en el destino, aquellos que confían en que en algún lugar del mundo les está esperando su media naranja para completarlos, solían disolver sus relaciones con esta estrategia, una vez que decidían que no estaban ante la persona adecuada en el caso de las relaciones románticas. Este trabajo apunta a que muchas personas optan por el ghosting cuando deciden que una relación está condenada y ya no hay nada que hacer para salvarla.
La mayoría de los expertos que han estudiado este fenómeno concluyen que las personas que practican ya sea esporádica o frecuentemente el ghosting, carecen de empatía hacia los otros, así como también una falta de responsabilidad afectiva en la mayoría de sus ámbitos sociales.
Cada vez se hace más común escuchar a nuestros hijos hablar sobre experiencias de ghosting en ellos mismos o sus amistades, sobre todo en estos tiempos donde muchas amistades y relaciones comienza a través de un monitor, lo que finalmente hace que las personas consideren estas conexiones sociales como meros “vínculos virtuales” que pueden suprimirse o cortar, tal como lo haríamos al desenchufar nuestra computadora, incluso cuando estas relaciones ya se han llevado al mundo real, dándoles la misma ponderación o categoría a ambas, es decir, relaciones desechables.
Es un derecho válido y justo que las personas quieran terminar relaciones en sus distintos ámbitos, ya sean románticas, de amistad, virtuales e incluso familiares, pero esto debe hacerse con responsabilidad afectiva, es decir, indicarle al otro los motivos del malestar o el de por qué ya no queremos relacionarnos con ella, es lo justo para la otra persona ya que es esta retroalimentación lo que les permitirá cerrar sanamente esa relación, comprender lo sucedido, y lo más importante, aprender de sus errores si es que así fuese.
El hecho de crear una relación afectiva cualquiera sea su naturaleza, necesariamente implica una responsabilidad con el otro, si nos olvidamos de estos, estamos reduciendo a los demás a maquinas, objetos usables, es decir, se les priva su calidad de seres humanos emocionales.
Un aspecto preocupante del ghosting según el estudio publicado en la revista Telematics and Informatics citado anteriormente, es que el 44,2% de los participantes indicaron que habían sido víctimas y victimarios, es decir, que este comportamiento se reproduce y replica por distintos motivos, ya sea por venganza, porque lo normalizan evasión del conflicto, como mecanismo de defensa, entre otros.
Con las altas tasas de depresión y suicidio juvenil en Chile y en el mundo, es nuestro deber invertir más en la salud mental de nuestros niños y adolescentes, debemos comprender en mayor profundidad estos fenómenos para orientarlos y hacer de ellos seres humanos afectivamente responsables.
Si bien, términos como el bullying o mobbing ya se han hecho comunes en nuestros colegios y puestos laborales, otros como el ghosting o vaguebooking tendrán que ser incorporados en el lenguaje, estudiados y tratados, ya que estos tienen efectos devastadores en la salud mental de las personas y en el tejido social, sustrato fundamental donde se desarrollarán nuestros jóvenes y las próximas generaciones.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.
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