Por: Carlos Cantero O. Geógrafo, Máster y Doctor en Sociología. Fue Alcalde, Diputado y Senador, además de Vicepresidente del Senado de Chile
A propósito de la propuesta constitucional, que será plebiscitada el 4 de septiembre, se observa un proceso de polarización de los sectores radicalizados, a uno y otro lado del espectro. En este proceso se desatiende lo fundamental, la UNIDAD de Chile y los chilenos. Han comenzado las descalificaciones a las personas sin atender a sus ideas. Se impone la parcialidad y el sectarismo, silenciando a quienes no comparten las mismas posiciones. Algunos medios dan espacio solo a la mismidad. Círculos recursivos de personas que piensan similar se autoreplican, generando polarización, radicalización.
Se busca y acepta una comunicación exclusivamente desde la mismidad. Todo lo que encarne otredad, se rechaza, repudia e intenta silencia o eliminar, lo que constituye una ceguera y sordera en medio del llamado al encuentro y el diálogo. Conversar con los que tienen ideas distintas es la base para buscar el encuentro y entendimiento, lo contrario, es como construir muros divisorios cuando lo que se requiere son puentes, si se desea vivir en unidad, concordia y fraternidad.
No se atiende a razones, explicaciones ni diálogos, no solo en la política, sino en lo ideológico, científico, cultural y valórico. Cada sector se cree dueño de la verdad y rechaza, desconoce o repudia a quienes no piensan igual. Se le abre paso exclusivamente a las emociones y las creencias, lo que constituye la esencia característica de esta degradada Postverdad.
¡No podemos seguir anulando a los que piensan distinto! En Chile, se asume una hipocresía desvergonzada. Se confunde el silencio de más de la mitad de los ciudadanos que no concurren a votar, normalizándolo como asentimiento. El ausentismo electoral es consecuencia del no respeto al disentimiento, de ignorar la voluntad ciudadana, la libertad de pensamiento, los principios democráticos, que han caracterizado a la política transversalmente.
Este ha sido en repudio a la intolerancia, al desdén político respecto del ciudadano. La clase política aún no se repone de la bofetada ciudadana de octubre del 2019, unos se han silenciado u ocultado, otros desembozadamente se asumen como los salvadores. Otro episodio vergonzante es que, unos intentan aumentar el padrón electoral con migrantes que no tienen ese derecho y otros pretenden que si gana el rechazo significa inmovilismo. La gente quiere cambios. ¡No más de lo mismo!
Poniéndole un poco de filosofía a este asunto, los seres humanos no somos (inmutables), siempre estamos en proceso. La verdad no es patrimonio de alguien en particular, surge del diálogo, de la relacionalidad, de la búsqueda de acuerdos y consensos. Estamos, siempre estamos, en proceso de ser: democráticos, cívicos, respetuosos, civilizados, aunque no siempre se logra. ¡Esto rige para unos y otros! Si no somos capaces de articular el diálogo, la conversación, la construcción de la confianza y acuerdos, pagaremos caro. ¡Debemos superar la brecha generacional, digital y valórica!
Los ciudadanos debemos cuidar nuestra democracia, evitar actitudes destempladas y de sometimiento al otro distinto en las ideas. Repudiemos la violencia verbal y física. No permitamos que se imponga el desdén, la lenidad, la barbarie, la violencia, el miedo, ni el desprecio. El 5 de septiembre Chile debe amanecer más unido que nunca, respetando la voluntad ciudadana. Los cambios los haremos en unidad y respeto mutuo. Chile no merece ni puede seguir dividido otros 50 años.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.