Por: Alejandro Godoy. Autor del libro “Emprendimiento: Demoliendo Mitos”
Hace algún tiempo, tuve un interesante diálogo con un asesor que es experto en el uso profesional de Linkedin, básicamente en las tres principales funcionalidades que esta red ofrece a sus usuarios: Buscar trabajo, contactar nuevas relaciones comerciales y mostrar nuestra mejor imagen ante esos mismos grupos objetivo (empleadores y clientes).
Este experto había desarrollado una metodología que le permitía estructurar un modelo de negocio en torno a su implementación o uso por parte de los interesados (sus clientes) con el objetivo de mejorar su performance en las tres funcionalidades ya señaladas. Siendo dicha metodología validada a partir de la exhibición de varios casos de éxito.
Pero lo que más me llamó la atención de su relato, una vez que me había expuesto su metodología, fue que me expresó que lo principal y más importante para el alcance de dichos objetivos era la obligación de: «Cuidar todas y cada una de nuestras intervenciones en redes sociales» (todas ellas, no solo Linkedin) para proyectar una imagen altamente profesional, políticamente neutra, claramente conservadora y ajena a todo tipo de controversias o polémicas.
Además, me insistía en que había que ser extremadamente cuidadoso, incluso en instancias de participación en actividades familiares o sociales porque «hoy todo el mundo te puede grabar diciendo un chiste inapropiado, con algunas copas de más o manifestando tu opinión sobre temas políticos o contingentes».
Es decir, una parte fundamental de su metodología era finalmente la aceptación por parte del cliente a renunciar a su vida privada, a su posibilidad de emitir opiniones o juicios propios, a divertirse más allá de bailar fruncido en un matrimonio y en fin, a adoptar cualquier postura o ejercer toda forma que pudiera ser considerada por otros como políticamente incorrecta «en todas nuestra redes sociales». ¡TODAS!
La razón de lo anterior es que hoy tanto los empleadores como los reclutadores y los potenciales clientes escrutinan todos nuestros perfiles de RR.SS. no solo el de Linkedin, y que si bien se puede tener configurado en ellas todos los niveles de privacidad posibles, probablemente más de alguno de nuestros amigos o contactos no. Y si es uno de ellos el que te etiqueta en una foto o video donde no salgas con pantalón Dockers y camisa celeste, posando para tu futuro jefe o empleador, en la práctica, ¡fregaste!
¡Chuta! pensé. Ahí quedó nuestra privacidad y nuestro derecho a la libertad de expresión. Si quieres trabajar o hacer negocios en Chile, al menos.
La verdad es que los alcances de lo anterior simplemente me sorprendieron, por lo cual, solo puedo calificar la conversación a la que hacía referencia en un principio, como reveladora.
Yo, alguna idea sobre lo anterior creía tener y de hecho había publicado un tiempo atrás, en distintas redes sociales, un meme que decía: «En Linkedin todos hablan como si les estuviera escuchando el Jefe» y también me he referido en otras ocasiones a lo predecibles, obvios, condescendientes y políticamente neutrales que resultan la gran mayoría de los posteos en dicha red. Pero, realmente, nunca había explorado esta dimensión.
De ahí el título de este artículo.
El Gran Hermano es un personaje de la novela de George Orwell «1984» publicada en 1949. Éste es una imagen que representa ante los habitantes de Oceanía (la superpotencia donde transcurre la historia) la ubicua Policía del Pensamiento y de la Neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.
Este Gran Hermano todo lo observa, todo lo sabe, todo lo juzga. Con lo cual, su rol definitivo dentro de la estructura social descrita en la novela es reprimir todo aquello que se aparta de las normas, formas e ideario del «Partido», a partir de infundir a la población confianza y a la vez, miedo y respeto.
Simplemente hagan el ejercicio de cambiar la idea del «Partido» por la de «corrección y neutralidad política».
¿Hay alguna diferencia?
Es cierto, más de alguno puede pensar que nuestra participación en redes sociales es voluntaria y que depende de nosotros lo que queremos mostrar en ellas. Sobre lo segundo, como exponía antes, es una realidad que no tenemos el control sobre aquello que publican nuestros amigos o contactos en sus propias redes (las cuales, de alguna forma, siempre terminan vinculándose a las nuestras) y sobre lo primero, es bastante simple; más de una vez he escuchado decir a un reclutador que si a un candidato(a) no se le puede pesquisar en las redes sociales «por algo será», siendo descartado inmediatamente del proceso del cual podría estar participando.
Ya lo saben: Desde hoy, todas sus fotos y videos deben ser los apropiados para El Gran Hermano (se entiende, fotos familiares donde se vean felices, ojalá en compañía de pareja e hijos también felices, videos en actividades del colegio de los niños o haciendo obras sociales o recibiendo algún grado académico, etc.). Y si deciden no estar en las redes sociales, bueno, solo será porque «tienen algo que ocultar».
Bienvenidos a 1984.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.