Por: Lucio Saúl Zúñiga M. Socio fundador y tesorero Corporación Pro O’Higgins. Gerente General de Casa Zúñiga
Hoy vivimos en una lenta vorágine. Con tiempos de trabajo y de descanso obligados, tiempos de estudios y tareas on-line que nos hacen ver la vida de manera distinta a lo que acostumbrábamos. Muchos nos sentimos molestos, raros, nos falta la mano amiga, el abrazo y el beso de saludo, aunque no lo podamos creer… nos falta piel. Nos hemos desconectado de “los demás” y nos ensimismamos.
¿Puede esto estar desatando las iras y en algunos una verdadera manía de encontrarlo todo mal?
Empecemos de más atrás, ¿Qué me dice la experiencia?
Si quiero estar en paz conmigo mismo y mi entorno, debo tener conciencia de lo que pasa con los demás. Partir por los que me rodean, los externos a mí y a mis intereses, para que podamos entendernos.
Quizás comenzar por cultivar la empatía, que no es otra cosa que la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. La empatía nos llama a una participación afectiva de una realidad ajena a la nuestra para comprender lo que sucede con el otro. Existe también la empatía en la felicidad; alegrarme por los logros de otros, disfrutar de los éxitos ajenos y cooperar para que los sueños, no importa de quien sean, se hagan realidad o que caminen hacia ella. ¿Por qué no?
Conversemos, abramos el diálogo para reconocernos y conocernos. Instalemos en nuestro sistema de vida la convicción de que conversando, en un diálogo sincero y respetuoso podremos tener un comienzo. Cultivemos también la intención de escuchar para reconocer la dificultad que tiene el otro y desde ahí entender su realidad, su afección o su felicidad, porque finalmente, el entendimiento pasa por escuchar, pasa por comprender, pasa por ser honesto. Porque si vas por la vida mintiéndole a todo el mundo, por muy buen diálogo que tengas, eso sirve bien poco.
Cuando queramos contribuir o aportar, que no sea solo un granito de arena, que de ahora en adelante vaya acompañado de un poquito de azúcar.
Un granito de azúcar: empatía, cariño, calor y dulzura; no solamente de arena, dura, fría y rasposa.
Comprometámonos cada uno de nosotros a construir esta amalgama de elementos para llegar a conciliar posiciones y ponernos de acuerdo en el gran proyecto común de hacer grande a nuestro país y la región, al Chile de todos.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.