Se estima que cada año, sólo un 22% de los desechos domiciliarios se reciclan. Afortunadamente, surgen diversas iniciativas que buscan reducir la cantidad de desechos en los vertederos y basurales
Según un informe del Banco Mundial, los desechos producidos en el planeta en 2016 alcanzaron los 2.010 millones de toneladas, mientras que, localmente, la situación no es muy diferente: según el Informe del Estado del Medio Ambiente 2020, elaborado cada cuatro años por el Ministerio de Medio Ambiente, durante 2018 en el país se generó un total de 19,6 millones de toneladas de residuos sólidos anuales, de los cuales el 55% es de origen industrial y el 42% es de carácter domiciliario (municipal). De esto, sólo el 22% se valoriza o recicla, mientras que el 78% restante se va a eliminación, razón por la que los basurales en el país solo crecen cada año.
Así, los vertederos se han convertido en uno de los grandes problemas que enfrenta el planeta en materia de sostenibilidad, ya que los millones de toneladas de basura (de muy lenta descomposición), no sólo dañan los suelos y entornos en los que estos rellenos se encuentran, sino que además afectan a todo el planeta ya que se ha comprobado que son grandes emisores de gases de efecto invernadero.
Sin ir más lejos, de acuerdo al Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero y otros Contaminantes Climáticos 1990-2020, publicado por el Ministerio de Medio Ambiente en febrero de 2023, el sector residuos representó el 7% de las emisiones de GEI totales, con un alza de 383% desde 1990.
Tamara Ortega, directora ejecutiva de Fundación Basura aclara que los desechos al terminar en un relleno sanitario, generan diversos efectos negativos: a nivel medioambiental, destacan la contaminación del agua, del suelo y del aire, tanto de los líquidos lixiviados y sustancias que se liberan y permean en el suelo y agua, como de los gases de efecto invernadero que se liberan a la atmósfera respectivamente.
“Específicamente los residuos orgánicos al terminar en un relleno sanitario generan muchísimos más gases de efecto invernadero que los mismos residuos inorgánicos, que a creencia popular se considera que al terminar en un relleno sanitario simplemente se degradan”, explica Ortega y agrega que a estos se suma el impacto negativo en la calidad de vida de las comunidades locales por efectos como el mal olor, la contaminación visual y la inequidad social que se vive en esos sectores.
Factores de cambio
Es por esto que tanto desde el sector público, como del privado han surgido iniciativas que buscan hacerse cargo de este, hasta ahora, creciente problema. Ejemplo de ello es la aprobación e implementación de la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que busca que sean las empresas, y no los ciudadanos, quienes se hagan responsables de los desechos que generan.
Con el objetivo de gestionar el cumplimiento de las metas y obligaciones que los productores de envases y embalajes tienen con motivo de la Ley N° 20.920 o Ley REP, nació ReSimple, el primer gran sistema de gestión colectivo (GRANSIC) conformado en el país para cumplir las mencionadas obligaciones.
Para poder cumplir con su misión, ReSimple opera de dos maneras: la primera es a través de licitaciones abiertas para la contratación de los servicios de gestión de residuos con cada municipio y de forma separada, desarrollándose de esta manera licitaciones de recolección, clasificación y valorización, de conformidad con lo dispuesto en la Ley REP; la otra, es poniendo en práctica los principios indicados en la ley que busca reducir la generación de residuos, ecodiseñar los envases y embalajes, e incentivar la retornabilidad, y a su vez, desarrollar mercados para materiales a través de la circularidad de los mismos.
“Nuestro aporte principalmente es la gestión de residuos reciclables de origen domiciliario y no domiciliario. De esta manera, estamos impulsando una serie de cambios, tanto a nivel público como privado, al implementar campañas de educación y concientización sobre la problemática que supone la contaminación de residuos y las formas de fomentar hábitos que apunten a una cultura de reducción, consumo responsable y reciclaje para obtener materia prima de nuevos productos”, comenta Nathalia Silva, gerenta de Economía Circular en ReSimple.
El desperdicio de alimentos también representa un problema grave en esta materia. De hecho, se estima que, en Chile, anualmente 1.62 millones de toneladas de alimentos van a parar a los vertederos, por lo que resulta urgente generar iniciativas que permitan reducir esa enorme cantidad de desperdicio, no sólo de dinero, sino que también de agua y energía (en la producción y distribución de estos alimentos).
Con este objetivo en mente, en 2020, Elena López y Kim Durand fundaron Cheaf, una aplicación móvil que contribuye a reducir el desperdicio de comida en supermercados, restaurantes y tiendas de alimentos, permitiéndole a estos negocios ofrecer su merma, mientras que los clientes tienen la oportunidad de rescatar paquetes de alimentos (que de otra manera irían directo a los vertederos) con importantes descuentos.
“Cada día, junto a los clientes que prefieren este sistema, rescatamos alimentos en perfecto estado que, por motivos estéticos o de pronto vencimiento (hasta 20 días), los supermercados retiran de sus góndolas”, explica Kim Durand, cofundador y CEO de la plataforma que hoy está presente en Chile mediante una alianza con supermercados Cencosud y se encuentra expandiendo su modelo a otros negocios.
“Gracias a esta alternativa, tanto los supermercados como los consumidores participan para reducir el desperdicio de comida y la huella de carbono que este genera”, subraya Durand.
Tal como comenta Tamara Ortega, la basura es un constructo social -puesto que ninguna otra especie en el planeta genera lo que llamamos basura- y como cualquier cambio social que queramos hacer, debe ser en colaboración desde los distintos actores de la sociedad: por un lado, las políticas públicas deben normar y entregar el marco regulatorio y, por otro, el sector privado debe ofrecer alternativas en el mercado que podamos gestionar lo que se consume, ya sea a través del reciclaje o del compostaje, mientras que los consumidores y consumidoras deben adoptar hábitos que disminuyan la cantidad de basura que se produce a través de distintas estrategias (reutilización, reparación, reciclaje, etc.).